En los últimos tiempos una buena parte del debate occidental sobre posibles agresiones entre potencias mundiales se ha centrado en Taiwán y el mar de la China Meridional, pero lo que más sorprende al mundo y que desgraciadamente continúa latente, como una bomba a punto de estallar, es un conflicto particular que se produjo en el alto Himalaya, fenómeno que todavía lastima a la sociedad mundial.
Al inicio parecía cosa poca: un enfrentamiento entre soldados de India y China que se disputaban un territorio, mismo que se saldó con la muerte de 20 efectivos indios y un número desconocido de bajas chinas. Parecía un pleito situado en tierra agreste que planteó la posibilidad de que China y la India lo olvidaran pronto, sin embargo, las dos superpotencias emergentes del siglo XXI se encaminarán a un choque entre un Estado autoritario gigantesco y la mayor democracia del mundo.
Situación muy complicada y que en estos momentos siguen siendo cruciales para la paz mundial. Son cuatro los países que se encuentran en conflicto: Rusia y Croacia, que ya están en tiempos “calientes” de guerra, y China e India, que siguen enojados, con los dedos a punto de activar los gatillos. Estos cuatro “hombres fuertes” tienen características personales distintas que, sin embargo, se vuelven muy semejantes a la hora de ejercer sus liderazgos totalitarios.
Xi jinping es propietario de una seriedad impactante que milagrosamente la convierte en delicia a la hora de hablar y de comunicar sus ideas. Su tono firme, al momento del discurso, que acompaña con sonrisas leves y fugaces, lo hacen misterioso y muy difícil de describir. No tiene empacho de emitir cumplidos repetidamente, pero son veloces y submarinos, que descontrola a quien cree que ya pudo captar su forma de ser. Es bueno decir que sus vistosos cumplidos faciales cautivan y desconciertan al escucha y que contrasta enormemente con las amenazas directas que suele irradiar Putin en sus intervenciones públicas. Xi habla pausadamente y sin consultar notas.
Además es extraordinariamente hábil para engrandecer su persona. Su artificio consentido, a la hora de sus intervenciones, consiste en instalar, como telón de fondo, una gran y hermosa pintura de la Gran Muralla China. Continuaré, con algunos rasgos más, sobre XI Jinping, para después seguir con Modi, y luego analizar ambas personalidades y aterrizar con realidades que estamos sufriendo con el AMLO.
En octubre de 2017, coincidiendo con el decimonoveno Congreso del Partido Comunista de China, Xi se abrió de capa y demostró la intensidad del culto a la personalidad de Xi y el terror que inspiraba. En este congreso introdujo una nueva ideología rectora de la constitución del partido, que tituló: “Pensamiento de Xi Jinping sobre el socialismo con características chinas para una nueva era”. Lo anterior tuvo la consecuencia fundamental en el pueblo chino: Xi se convirtió en el primer líder vivo, desde Mao, que incorporaba sus ideas al documento fundamental del partido.
La duración del discurso de Xi descubrió otra pista sobre su incipiente megalomanía. Es correcto decir que, de alguna manera, se obligó a todos los chinos a escuchar este discurso. Y hubo sanciones sobre los que no lo hicieron. Lo anterior habla de las formas de actuar de esta nueva era de los líderes autoritarios. Continuará…
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