El maltrato sexual infantil y juvenil es un tema complejo que debe tratarse de manera seria y responsable, sobre todo porque ha venido incrementándose de manera alarmante en los últimos tiempos.
Ahora que culminaron las clases en algunas escuelas públicas y privadas a nivel nacional, los alumnos y alumnas entregaron anuarios como trabajo final. En pláticas compartidas con personas que tuvieron acceso a algunos de los escritos para ser entregados, nos dejan ver una realidad, aunque sea triste y desagradable, también es reflexiva para las maestras y maestros que están frente al grupo, y para los padres responsables de sus hijos.
Algunos párrafos del contenido de estos trabajos manifiestan el sentir muy personal de estos jóvenes con historias diferentes, que al momento de leerlas pueden resultar dolorosas y tristes: “Ya no quiero llegar a casa saliendo de la escuela porque me da temor el encontrar a mi tío en casa, no me siento a gusto cuando él está”.
Lo mismo otra historia, por una alumna que escribía que ya no entendía igual a su mamá, porque no le creía cuando hablaba de las cosas que su abuelo le decía a ella cada vez que su mamá salía al supermercado. Otros más en la misma tesitura, donde los y las alumnas dejaban sus testimonios en un par de cuartillas en hojas de papel, compartiendo historias desgarradoras de acoso que estaban sufriendo por personas muy allegadas a su círculo familiar.
La violencia sexual contra niñas y adolescentes también es un problema grave y generalizado en todo el mundo. De acuerdo con la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, México es el primer país del mundo en abuso sexual de niños, niñas y adolescentes. Tenemos que despertar en los padres y familiares, sobre todo de los niños, niñas y adolescentes la agudeza para detectar a tiempo un posible acto de esta índole y evitarlo, así como sensibilizar a todos en la protección de la inocencia infantil contra perpetradores sexuales.
Según datos del Sistema Nacional de Protección Integral de Niñas, Niños y Adolescentes, en nuestro país, casi la mitad de los abusos sexuales contra niños, niñas y adolescentes son cometidos por un familiar.
Un porcentaje considerable de los agresores están en el círculo cercano de la víctima, y eso dificulta la denuncia, más aún cuando son los padres o uno de ellos. Por el trauma y el dolor que produce el abuso sexual y la falta de respaldo, algunas víctimas tardan mucho tiempo en hablar sobre lo ocurrido.
Entre las principales razones para no hablar del abuso están el temer que su familia no le crea o proteja al agresor.
Pongamos atención a lo que nuestras hijas e hijos nos dicen, no dejemos que se callen, no dejemos que solo se expresen a través de un papel, porque no tenemos tiempo para escucharlos, que no solo hablen cuando puedan hablar. Son responsabilidad nuestra y tenemos que escucharlos, atenderlos y cuidarlos.
Te recomendamos leer: